EL SANCOCHO DE PIEDRAS.
Cuentos y relatos ITUANGUINOS
Iba un hombre de viaje. A pie caminando por un caminito en medio monte, hora tras hora. Sin comer nada desde la madrugada, cuando salió con unos tragos de café.
Pensó que tal vez en el camino encontraría que comer, pero no encontró nada, ninguna fruta, animal ninguno que pudiera cazar; pensó que en las casitas le darían algo, pero no había encontrado ninguna casita; pantano y tierra y un camino a ratos perdido entre el monte.
Ya eran como las dos de la tarde, cuando vio un ranchito a la orilla del camino.
¡Qué alegría! Llamó a la puerta.
--¡Ave María purísima!...---Nada..
---¡Ave María purísima!...—repitió. Y al ratico le contestó una vieja.
---¡Sin pecado concebida!.—Y salió a abrir. Era una viejita muy vieja y casi sorda.
Estaba parada en la puertecita del rancho, que era un ranchito de cuatro guaduas clavadas en el suelo, al puro bordito del camino, y techado con paja.
La vieja miró al recién llegado, joven, moreno claro, de ojos y cabellos castaños. Viene de sombrero de paja echado hacia atrés, y trae ruana colgada del hombro. Los pies descalzos y el pantano le llega a la rodilla.
La vieja lo mira como diciéndole...-- ¿Qué se le ofrece...?
El hombre sonríe; ---Buenas y santas...Dice. vengo rendido. ¡Qué camino! A ver si usté me hace la caridad y me regala un clarito...con panela.
---He...¡Ajualé!
La vieja menea la cabeza ---Hoy no se hizo mazamorra en este ranchito.
--¡Jum!...---gruñe la vieja. ---Ajualé. ¡Pero aquí no hay vaca!
¡Y eso hombre muriéndose de hambre!
Yo que pidiera, por la virgen...?
Sonríe y medio rascéndose la cabeza, dice muy tranquilo.
---Bueno, esté bien. ¡Deme , pues un chocolatico y quedamos arreglaos!
La vieja se pone la mano en la cara y dice muy preocupada:
---vea, señor: en esta casa no hay nada, nada. Y por aquí cerquita no se consigue nada, nada.
---¿Usted viene de arriba..? Pa ese lao no hay nada; y pal lao de abajo se gastan dos o tres horas pa llegar al pueblo. Yo aquí vivo con un hijo mío, que anda por el pueblo. Él se fue de madrugada, y debe llegar esta noche con mercao pa la semana...Pero hoy no hay nada, ¡Nada!.
La vieja esté muy preocupada y quisiera ayudar al muchacho. Tiene pena de que en el rancho no hay nada. Nada.
Y de golpe piensa que ese pobre muchacho pueda ser Cristo, que anda sufriendo por el mundo y ella quiere ayudarlo, pero no hay nada. Si hubiera venido mañana...
--¡Pero, déntrese! Dentre y descanse.
Cúbrase , que viene bañao en sudor....
---¿Recorriendo?
Ando recorriendo, señora, y lo malo es que todavía tengo que echar mucha pata hasta salir al Valle, o el Tolima.
Sonríe. Y luego, con cara de mucha resignación, dice:
--Bueno:.....¡Seré hacer un sancocho de piedras!
---¿Sancocho de piedras...? Dice la viejita...---¿habrase visto?
--¿Hay candela?
---Pues leña es lo único que sobra aquí.
--A ver mi señora: ¿tiene una ollita por aí?
Álcemela al fogón, me hace el bien. Llénemela de agua y atice la candela, que yo voy a traer las piedras pal sancocho.
Salta el paisa al camino y escoge tres piedras lisas, del tamaño de papas, las lava bien en el chorro y las echa a la olla. Después se sienta en la banquita y dice:
---Bueno; ahora lo único que hay que hacer es esperar a que hirva. Descansemos.
La vieja, con los ojos muy abiertos, mira la ollita y mira al hombre, mientras refunfuña:
--¡jim!...¡Sa...ncocho de piedras! ¡Jim!
--Ya veré lo bueno que queda, mi señora. Ya veré. ¡Ha, pero nos faltaba la sal! ¡Qué descuido el de nosotros!. La sal...¡Que mal cocinero soy! ¿Y qué més nos falta? Los aliños: ¡tiene un poquito? Eso es...cebolla, tomate, yerbitas....
--Tenga a ver...¿ con esto habré...?
---¡Demés!
El paisano cuelga la ruana en un clavito y pregunta:
--Qué estaba haciendo usté cuando yo llegué...?
--¿Yo..? iba abarrer la cocina...
---Peste acé la escoba, yo se la barro..
---Sonríe.
--¡No, ni por pienso! ¡Cómo se le ocurre!
--¡Yo se la barro! ¡Quite de aí, pa no echale tierra en las patas!...
--¡Ave María! , Dice la vieja. --¡Je, Je, Je! ...que tentación es ver un hombre barriendo je, je, je.
Sale la mujer , muerta de la risa y al momento regresa.
---Vea, allí me encontré dos papas y una yuca: ¿Se le pueden echar al sancocho de piedras...?
--- ¡Uh, de més! écheselas picadas en trocitos.
La mujercita empieza a picarlas con un cuchillo cocinero y dice de pronto:
--¿Con este sancocho se también se come aguacates....?
---¡Pis claro! ¿Onde esté el garabato...?
Sale el muchacho y, a poco, regresa con un hermoso aguacate maduro, dos chócolos, plétano verde y una tira de carne oscura, seca, que muestra a la vieja mientras pregunta:
---¿Qué seré esta gurupera vieja?
---¿Aonde la encontró..?
---Colgando de una orqueta.
---Ah, si: eso es un pedazo de carne de guagua, de una que dejó Manuel secéndose al sol.
---¿Y se pondré bravo si la echamos a nadar un ratico...?
La vieja ríe y la carne va a templar a la olla, con los chócolos partidos en rodajas, mientras la vieja aplasta tajadas de plétano verde para hacer patacones, que reemplazan el pan y hasta la arepa.
Un poco més de candela, un agitar de la china y ya la olla empieza a hervir.
El muchacho se sienta en un banquito y se pone a cachar con la vieja de las madremontes y los duendes, de las patasolas y los rescoldaos; hablan también del tigre, que se oye por la noche en las cñadas y de las culebras de todas clases y colores. Hasta que al fin la vieja dice:
---Bueno: esto como que ya esté.
Bajan la olla, y empieza el muchacho a servirse un buen sancocho de guagua en un plato de peltre con flores amarillas, que lavó bien el chorro.
Un aroma exquisito llena la cocina. El hombre come en silencio, sin dar descanso a la pañadora de naranjo. Engulle de lo lindo y la vieja goza viéndolo comer. No le quita los ojos de encima, esperando el momento en que se coma las piedras del fondo.
El hombre come y come, hasta que ya no puede més. Con la última cucharada se levanta y dice:
---comida echa, compañía deshecha; pero me tengo que ir ligero, no vaya a ser que me coja la noche en el camino....
Que mi Dios le pague y le dé el cielo...
Sale el joven a la puerta del ranchito, se tira su ruana al hombro....
---¿Y las piedras, joven..?
¡Las piedras! ¿No se las va a comer, pues...?
---Ajualé, mi señora....Dice el paisa, guiñando un ojo con gracia y con marrulla...
La vieja se recuesta en la puerta del rancho y ve como se va alejando el muchacho a grandes zancadas, camino adelante...
---Adios, niño...
¡Que la virgen lo lleve con bien!...
Piensa la vieja en sus hijos, que andan recorriendo el mundo, y en Jesucristo que vive errante, sufriendo tanto.
Una légrima enturbia sus pupilas....Y sonríe feliz
Moraleja paisa.
Nadie se muere de hambre mientras hayan ganas y los recursos existan. Es por eso, que una paisa no se vara ni en la punta de una vara.
El anterior sancocho tiene la validez como otro cualquiera, pues las piedras son inocuas, inodoras e insaboras. Recuerde que el agua que consumes, primero estubo viajando en brazos de piedras y rocas.
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