LA MULA
Soy animal prestigioso
de la especie de los equinos
y cruzo por mis caminos
con mi lomo lleno de carga.
La jornada, a veces, es larga,
El camino a veces se hace agreste,
Pero cueste lo que cueste
Subo la empinada loma.
Mientras mi dueño atrás entona,
Muévete mula hijueputa
sin saber que mi gusto
es servirle toda una vida
Hasta que me encuentre cansada
Cargar más ya no decida.
Cuando se llega el domingo,
Mi dueño se engalana
Se pone carriel y ruana.
Y en cintura un machete,
un sombrero blanco,
hecho de pura caña
y a veces me regaña
para que vaya más de prisa.
Cuando en jolgorio y en risas,
con un olor a aguardiente
el muy contento se siente
de tan hermoso ejemplar.
Y le dice a todo el mundo
véanla es trotona y galopera
además de compañera
fiel para toda jornada
y lleva la más pesada
carga con actitud,
Pero no se da cuenta
que esta trágica esclavitud
me deja restringida de
con mis tareas.
Yo sé que llegará el día
en que sola en un potrero
para mi no haya compañera
más que la soledad
Me consolaré con rebuznar
porque ya mi vida es nula
y aquí termina la mula
que tanto al amo sirvió
que nunca cuenta se dio
de tan valioso servicio.
Me dejará para que la muerte
me dé el veredicto sin juicio
y aquella que un día
fue la trotona y galopera,
ahora es sólo quimera.
De la vida que acumula
las penas y las glorias
de aquellos que nos sirvieron
que terminan sin historia
como una infeliz mula.
EL MARRANO
Soy animal prestigioso
de la especie de los porcinos
algunos me llaman marrano,
otros me dicen cochino.
Y comen de mi tocino,
aquellos míseros humanos
me ufanan y me desprecian
y como de lo que sobra
y con la muerte me cobran
tan buena alimentación,
pero soy la sensación.
Cuando en la mesa me ponen
y con gusto ellos me comen,
y soy parte del gourmet
y yo le sirvo a usted
a veces de plato fuerte
cuando mi cuerpo inerte
no se pueda defender.
Todos me pueden comer,
mientras yo disfruto de la muerte
y sé que terminará mi vida
cuando esté bastante gordo,
pero no me hago el sordo.
Para lo que ellos deducen
para mi muerte no hay cruces,
ni recuerdos, ni oraciones,
tan sólo las habitaciones
de una carnicería
termina mi carne fría.
Expuesta para el comercio
y aquel que un día llamaron
el cochino y mal oliento,
hoy estoy en las mejores mesas,
sirviéndoles de alimento,
pues no digas al momento,
sin pensar para decir,
nunca critiques a nadie
sin saber que te va a servir.
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