El jardín de Gustavo le dio vida a El Velódromo
LA HERMOSURA DE sus 40 especies de plantas le mereció a la creación natural de Gustavo Gutiérrez ocupar el primer puesto en el concurso "Medellín, un jardín de flores", organizado por la Secretaría del Medio Ambiente.
Juliana Henao Gutiérrez
Medellín
Publicado el 24 de noviembre de 2011
La variedad de más de 40 especies de plantas, todas de un verde intenso, y muchas repletas de flores multicolores, hacen del jardín de Gustavo Gutiérrez un paraíso fuera de lo común.
Un edén tropical que llena de vida una de las cuadras del barrio El Velódromo, donde reside este hombre apodado "el Jardinero", quien por más de 15 años se ha encargado de imprimirle un toque artístico y natural al frente de su casa.
La hermosura de su monumental creación es de admirar por lo que no resulta sorprendente que haya ganado el primer puesto en el concurso "Medellín, un jardín de flores", premiado por la Secretaría del Medio Ambiente de Medellín el pasado sábado.
"Las plantas son mi vida y mi debilidad y por eso no me cambio por nadie con este reconocimiento", manifestó con orgullo Gustavo. Él participó en el proceso de selección que comenzó en septiembre y culminó a mediados de noviembre.
Su pasión por las flores, contó Gustavo, siempre ha estado presente en su vida, incluso, dijo entre risas, "desde antes de nacer".
Se trata de un amor heredado de su madre que fue volviéndose más y más grande cada vez que, de niño, recorría los enormes jardines de su casa, en Ituango.
Un delirio al que este amante de las rosas ha podido dedicarse por completo desde que se jubiló. "En ese momento cambié las leyes por el aroma del jardín", confesó mientras caminaba por los corredores de su casa, los que también están llenos de plantas.
Novios, lirios, sanjoaquines, anturios, crotones, hortensias, geranios, heliconias, durantas, bromelias, aves del paraíso... Más de 20 especies citó con facilidad, Gustavo mientras recorría su jardín.
La memoria solo le hizo trampa en una ocasión.
"¿Cómo es que se llama esa amarillita? ¡Ay, deje que ahorita me acuerdo!", exclamó frotándose la barbilla, en señal de inconformidad.
LA HERMOSURA DE sus 40 especies de plantas le mereció a la creación natural de Gustavo Gutiérrez ocupar el primer puesto en el concurso "Medellín, un jardín de flores", organizado por la Secretaría del Medio Ambiente.
Juliana Henao Gutiérrez
Medellín
Publicado el 24 de noviembre de 2011
La variedad de más de 40 especies de plantas, todas de un verde intenso, y muchas repletas de flores multicolores, hacen del jardín de Gustavo Gutiérrez un paraíso fuera de lo común.
Un edén tropical que llena de vida una de las cuadras del barrio El Velódromo, donde reside este hombre apodado "el Jardinero", quien por más de 15 años se ha encargado de imprimirle un toque artístico y natural al frente de su casa.
La hermosura de su monumental creación es de admirar por lo que no resulta sorprendente que haya ganado el primer puesto en el concurso "Medellín, un jardín de flores", premiado por la Secretaría del Medio Ambiente de Medellín el pasado sábado.
"Las plantas son mi vida y mi debilidad y por eso no me cambio por nadie con este reconocimiento", manifestó con orgullo Gustavo. Él participó en el proceso de selección que comenzó en septiembre y culminó a mediados de noviembre.
Su pasión por las flores, contó Gustavo, siempre ha estado presente en su vida, incluso, dijo entre risas, "desde antes de nacer".
Se trata de un amor heredado de su madre que fue volviéndose más y más grande cada vez que, de niño, recorría los enormes jardines de su casa, en Ituango.
Un delirio al que este amante de las rosas ha podido dedicarse por completo desde que se jubiló. "En ese momento cambié las leyes por el aroma del jardín", confesó mientras caminaba por los corredores de su casa, los que también están llenos de plantas.
Novios, lirios, sanjoaquines, anturios, crotones, hortensias, geranios, heliconias, durantas, bromelias, aves del paraíso... Más de 20 especies citó con facilidad, Gustavo mientras recorría su jardín.
La memoria solo le hizo trampa en una ocasión.
"¿Cómo es que se llama esa amarillita? ¡Ay, deje que ahorita me acuerdo!", exclamó frotándose la barbilla, en señal de inconformidad.
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