ISA es una empresa muy seria. Con seguridad, sus abogados estudiaron a fondo la viabilidad jurídica de firmar un contrato interadministrativo con el Instituto Nacional de Concesiones.
Tenaz, empero, la presión del inefable exministro Gallego, “dado que ISA es propia de la región y tiene un sentido de pertenencia reconocido en Antioquia”, según rezan los estudios previos a la suscripción de contratos con el INCO, o sea, idónea para inspirarle vías irradiando del Valle de Aburrá.
A la compañía le propusieron un negocio irresistible: encárguese de estudios, diseños, estructuración, construcción y explotación comercial en un contrato por cuantía indeterminada y el INCO le garantiza “una tasa interna de retorno sobre el flujo de caja libre del Proyecto de 9 %”, cualquiera que sea el valor final de las obras, cuyo costo absorbe, en últimas, el presupuesto nacional.
Ahora, la mitad de los accionistas de ISA son inversionistas privados.
La empresa reparte jugosos dividendos. La acción se cotiza en bolsa.
En el 2004, se excluyó expresamente a ISA de la definición de sector público, ya que “cuenta con una significativa participación accionaria del sector privado”. Por avispada ley del 2007, se modificó la naturaleza jurídica para acomodarle una extraña figura justo antes de suscribir el primer interadministrativo.
No le faltaba razón a la procuradora delegada, hoy destinada a otros menesteres, al preguntar si ISA está facultada para firmar, en beneficio privado, contratos que evaden la licitación pública.
No le eche tierra, señor Procurador. Los tribunales se pronunciarán sobre la legalidad de la contratación.
Pero también es cuestionable la intención de las Autopistas de las Montaña, que parten hacía los cuatro puntos cardinales desde el ombligo de Medellín. Todas deben trepar hasta, por lo menos, 2.200 metros. Algunas son perfectamente razonables, aunque quizá no prioritarias como rutas nacionales.
Las sospechas comienzan cuando la vía a Puerto Berrío se vindica como enlace con la Ruta del Sol. ¿Ruta del Sol? ¿Y para qué sirve la autopista Medellín-Bogotá?
¿Y qué hay del Cañón del Cauca? El río ha cavado por entre las breñas antioqueñas en millones de años un corto camino que permite pasar de la planicie Caribe hasta el Valle del Cauca sin subir a Medellín, y mucho menos hasta 2.200 metros.
Esa sí sería de verdad una carretera nacional, que comunica el norte y suroccidente de Colombia por una suave pendiente.
¿Competitividad? ¿Cuánto le cuesta a una tractomula cada innecesario metro de ascenso montaña arriba? Además, parte del trayecto bordearía el embalse de Ituango. Una vía por el propio Cañón sería ideal para llevar suministros y equipos de la gigantesca obra, hoy, casi inaccesible.
Se alegan altos costos de una ruta por el Cañón. ¿Onerosa? Costosa será la enorme vuelta de centenares de kilómetros por Turbo o continuar con el martirio del Alto de Ventanas, para acceder a la Costa y a sus puertos. Pero, a lo mejor, eso es lo que algunos han estado buscando y haciéndolo pasar por bandera regional: barreras para facilitar otros negocios.
Segmentos de las Autopistas de la Montaña ameritan recalcular con independencia su costo-beneficio antes de precipitarse a comprometer $16 billones. Don Sancho Jimeno, el héroe de la defensa de Cartagena en 1697, apuntaba que el monopolio de Sevilla nunca había sido revisado porque sus comerciantes eran muy poderosos y ponían en jaque hasta al mismo rey.
Rodolfo Segovia
Exministro – Historiador
rsegovia@axesat.com
Tenaz, empero, la presión del inefable exministro Gallego, “dado que ISA es propia de la región y tiene un sentido de pertenencia reconocido en Antioquia”, según rezan los estudios previos a la suscripción de contratos con el INCO, o sea, idónea para inspirarle vías irradiando del Valle de Aburrá.
A la compañía le propusieron un negocio irresistible: encárguese de estudios, diseños, estructuración, construcción y explotación comercial en un contrato por cuantía indeterminada y el INCO le garantiza “una tasa interna de retorno sobre el flujo de caja libre del Proyecto de 9 %”, cualquiera que sea el valor final de las obras, cuyo costo absorbe, en últimas, el presupuesto nacional.
Ahora, la mitad de los accionistas de ISA son inversionistas privados.
La empresa reparte jugosos dividendos. La acción se cotiza en bolsa.
En el 2004, se excluyó expresamente a ISA de la definición de sector público, ya que “cuenta con una significativa participación accionaria del sector privado”. Por avispada ley del 2007, se modificó la naturaleza jurídica para acomodarle una extraña figura justo antes de suscribir el primer interadministrativo.
No le faltaba razón a la procuradora delegada, hoy destinada a otros menesteres, al preguntar si ISA está facultada para firmar, en beneficio privado, contratos que evaden la licitación pública.
No le eche tierra, señor Procurador. Los tribunales se pronunciarán sobre la legalidad de la contratación.
Pero también es cuestionable la intención de las Autopistas de las Montaña, que parten hacía los cuatro puntos cardinales desde el ombligo de Medellín. Todas deben trepar hasta, por lo menos, 2.200 metros. Algunas son perfectamente razonables, aunque quizá no prioritarias como rutas nacionales.
Las sospechas comienzan cuando la vía a Puerto Berrío se vindica como enlace con la Ruta del Sol. ¿Ruta del Sol? ¿Y para qué sirve la autopista Medellín-Bogotá?
¿Y qué hay del Cañón del Cauca? El río ha cavado por entre las breñas antioqueñas en millones de años un corto camino que permite pasar de la planicie Caribe hasta el Valle del Cauca sin subir a Medellín, y mucho menos hasta 2.200 metros.
Esa sí sería de verdad una carretera nacional, que comunica el norte y suroccidente de Colombia por una suave pendiente.
¿Competitividad? ¿Cuánto le cuesta a una tractomula cada innecesario metro de ascenso montaña arriba? Además, parte del trayecto bordearía el embalse de Ituango. Una vía por el propio Cañón sería ideal para llevar suministros y equipos de la gigantesca obra, hoy, casi inaccesible.
Se alegan altos costos de una ruta por el Cañón. ¿Onerosa? Costosa será la enorme vuelta de centenares de kilómetros por Turbo o continuar con el martirio del Alto de Ventanas, para acceder a la Costa y a sus puertos. Pero, a lo mejor, eso es lo que algunos han estado buscando y haciéndolo pasar por bandera regional: barreras para facilitar otros negocios.
Segmentos de las Autopistas de la Montaña ameritan recalcular con independencia su costo-beneficio antes de precipitarse a comprometer $16 billones. Don Sancho Jimeno, el héroe de la defensa de Cartagena en 1697, apuntaba que el monopolio de Sevilla nunca había sido revisado porque sus comerciantes eran muy poderosos y ponían en jaque hasta al mismo rey.
Rodolfo Segovia
Exministro – Historiador
rsegovia@axesat.com
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