Casi al finalizar la carrera Santander, en la parte alta del barrio San Vicente, en una humilde y sencilla vivienda vive Doña Ana Teresa López, lugar donde elabora y ofrece unos deliciosos chorizos que muchos ituanguinos han disfrutado hace ya algunos años.
Con su amabilidad que la caracteriza, me di a la tarea de visitarla cualquier día en la tarde y empezó a relatar lo que le ha pasado a ella y a su familia desde su fecha de nacimiento hasta hoy. “ Como les parece pues, que yo nací en el municipio de Valdivia, el 10 de marzo de 1945, en la familia conformada por Belisario Acevedo y Arnolda López; tuve además, otros seis hermanos: Guillermo, Carlos, Oscar, Marta, Marina y Cecilia vivos todos, muchos de ellos, en la ciudad de Medellín.
Me trajeron para Ituango estando yo muy pequeña, estuve el primer año en Pío X y años más tarde, en la Normal Patrocinio de San José que allí existía hasta tercero de bachillerato. La primera maestra que yo tuve, se llamó Alicia Calle Rengifo, ya fallecida. Yo viví en la casa de Don César Piedrahíta durante unos siete años, mientras que mi mamá se quedó en la hacienda La María, abajo del pueblo.
Por esas cosas del destino, tuve la primera niña que fue Adriana, luego me fui para la finca de Canoas, arriba de Mediafalda y allí estuve durante seis años, luego me vine para el pueblo y ya traía a Sonia, la otra niña todavía muy pequeña. Llegué a este lugar donde vivo y luego resultó la oportunidad de trabajar en el comando de policía, labor que cumplí durante siete años y más tarde en la casa cural durante año y medio con el padre Lisandro Guerra Arango. Allí tuve la oportunidad de conocer a dos jovencitas que hacían las veces de sacristanas de nombres Ana Francisca Zabala García, “Pachita” y Delia Rosa Sepúlveda Herrera, internas en el Refugio de Niñas Juan XXIII, orientadas por las Hermanas de la Comunidad de la Presentación.
Pero antes debo contar cuando me Salí del comando de policía y tenia las niñas muy pequeñas, el señor Jesús Ángel Correa me dijo que me pusiera a trabajar los chorizos y la morcilla, la gelatina de pata de vaca blanca y negra. Con lo que me pagaba el municipio en el comando, comencé a trabajar. Llevo unos 15 años en esta actividad de manera continua, pues es la manera de conseguir el sustento para los gastos diarios y me ha quedado hasta tiempo de engordar pollos de engorde, elaboro croché y sacos de lana.
El procedimiento para hacer los chorizos es el siguiente: Compro la carne de pierna de cerdo, la pongo en la mesa, me pongo entonces a limar los cuchillos y comienzo a partir la carne en pedacitos, la hecho en un tazón grande, la lavo, la pongo a escurrir y le hecho aliños menos tomate; cuando ya está listo, los llevo a la ponchera y los coloco encima del fogón en una parrilla o en encima de un palo atravesado para que se ahumé; cuando ya coge un color café oscuro, los volteo y los pico, aunque también los dejo completos para venderlo por varas. A todas esas, me ha ido muy bien, el producto ha tenido muy buena aceptación, se vende completamente. En cuanto el proceso para elaborar la rellena, lo primero que hago es conseguir el menudo de cerdo, lo traigo y lo vacio en el lavadero, lo organizo, lo lavo muy bien, lo lleno con arroz, gorditos, manteca y aliños como cilantro, ají, cebolla, ajo. Lo vendo por kilos. La elaboración de jaletina es en menor cantidad y se me facilita mucho, porque me regalan las patas en las carnicerías de la plaza. Vendo ocasionalmente pollos de engorde, desguazo gallinas y las relleno. A propósito de lo anterior, yo no hago el trabajo, pues hace unos cuatro años cree un empleo y conseguí una señora para que me ayude a hacer los chorizos y a manejar el fogón de leña.
Ha recibido algunas ayudas por parte del gobierno y, hasta noviembre del año pasado, me dieron el paquete alimentario y hago parte del programa “Atardecer feliz”, de la Tercera Edad. De pronto, se le ilumino la mente y se le activan la memoria y los recuerdos y dice por ejemplo que “Ituango era muy distinto primero y muy bueno, las calles eran empedradas y en tierra, la energía eléctrica venía de debajo de El Río, donde había una planta, se cocinaba con carbón, se empleaba la leña, los fogones de petróleo, las lámparas caperuza; las planchas eran de carbón. Hubo en Ituango unas pequeñas fábricas como la de jabón del “Mono” Tobón, había otra señora que hacía bolas de jabón de cebo. Tuve la oportunidad de trabajar en la casa cural, cuando estaba el padre Jaramillo. Recuerdo a un músico muy bueno que se llamaba Emilio López de la vereda Pena. Así mismo, a varios alcaldes que estuvieron acá en Ituango como Alí Álvarez Correa, que nos pavimentó este sector de la carrera Santander; Fernando Calle Araque y Darío Saldarriaga, ya fallecido. En cuanto a los sacerdotes recuerdo a los párrocos Luis Carlos Jaramillo Arango, Rodrigo Cifuentes y otro de nombre Oscar que no recuerdo ahora el apellido.
Finalmente, dice que cuenta con tres nietos que hacen parte de su familia y espera que la actual administración municipal le ayude a pintar su casita.
LAS DELICIAS DE LOS CHORIZOS EN ITUANGO:
Por: Delia Rosa Sepúlveda Herrera.
Con su amabilidad que la caracteriza, me di a la tarea de visitarla cualquier día en la tarde y empezó a relatar lo que le ha pasado a ella y a su familia desde su fecha de nacimiento hasta hoy. “ Como les parece pues, que yo nací en el municipio de Valdivia, el 10 de marzo de 1945, en la familia conformada por Belisario Acevedo y Arnolda López; tuve además, otros seis hermanos: Guillermo, Carlos, Oscar, Marta, Marina y Cecilia vivos todos, muchos de ellos, en la ciudad de Medellín.
Me trajeron para Ituango estando yo muy pequeña, estuve el primer año en Pío X y años más tarde, en la Normal Patrocinio de San José que allí existía hasta tercero de bachillerato. La primera maestra que yo tuve, se llamó Alicia Calle Rengifo, ya fallecida. Yo viví en la casa de Don César Piedrahíta durante unos siete años, mientras que mi mamá se quedó en la hacienda La María, abajo del pueblo.
Por esas cosas del destino, tuve la primera niña que fue Adriana, luego me fui para la finca de Canoas, arriba de Mediafalda y allí estuve durante seis años, luego me vine para el pueblo y ya traía a Sonia, la otra niña todavía muy pequeña. Llegué a este lugar donde vivo y luego resultó la oportunidad de trabajar en el comando de policía, labor que cumplí durante siete años y más tarde en la casa cural durante año y medio con el padre Lisandro Guerra Arango. Allí tuve la oportunidad de conocer a dos jovencitas que hacían las veces de sacristanas de nombres Ana Francisca Zabala García, “Pachita” y Delia Rosa Sepúlveda Herrera, internas en el Refugio de Niñas Juan XXIII, orientadas por las Hermanas de la Comunidad de la Presentación.
Pero antes debo contar cuando me Salí del comando de policía y tenia las niñas muy pequeñas, el señor Jesús Ángel Correa me dijo que me pusiera a trabajar los chorizos y la morcilla, la gelatina de pata de vaca blanca y negra. Con lo que me pagaba el municipio en el comando, comencé a trabajar. Llevo unos 15 años en esta actividad de manera continua, pues es la manera de conseguir el sustento para los gastos diarios y me ha quedado hasta tiempo de engordar pollos de engorde, elaboro croché y sacos de lana.
El procedimiento para hacer los chorizos es el siguiente: Compro la carne de pierna de cerdo, la pongo en la mesa, me pongo entonces a limar los cuchillos y comienzo a partir la carne en pedacitos, la hecho en un tazón grande, la lavo, la pongo a escurrir y le hecho aliños menos tomate; cuando ya está listo, los llevo a la ponchera y los coloco encima del fogón en una parrilla o en encima de un palo atravesado para que se ahumé; cuando ya coge un color café oscuro, los volteo y los pico, aunque también los dejo completos para venderlo por varas. A todas esas, me ha ido muy bien, el producto ha tenido muy buena aceptación, se vende completamente. En cuanto el proceso para elaborar la rellena, lo primero que hago es conseguir el menudo de cerdo, lo traigo y lo vacio en el lavadero, lo organizo, lo lavo muy bien, lo lleno con arroz, gorditos, manteca y aliños como cilantro, ají, cebolla, ajo. Lo vendo por kilos. La elaboración de jaletina es en menor cantidad y se me facilita mucho, porque me regalan las patas en las carnicerías de la plaza. Vendo ocasionalmente pollos de engorde, desguazo gallinas y las relleno. A propósito de lo anterior, yo no hago el trabajo, pues hace unos cuatro años cree un empleo y conseguí una señora para que me ayude a hacer los chorizos y a manejar el fogón de leña.
Ha recibido algunas ayudas por parte del gobierno y, hasta noviembre del año pasado, me dieron el paquete alimentario y hago parte del programa “Atardecer feliz”, de la Tercera Edad. De pronto, se le ilumino la mente y se le activan la memoria y los recuerdos y dice por ejemplo que “Ituango era muy distinto primero y muy bueno, las calles eran empedradas y en tierra, la energía eléctrica venía de debajo de El Río, donde había una planta, se cocinaba con carbón, se empleaba la leña, los fogones de petróleo, las lámparas caperuza; las planchas eran de carbón. Hubo en Ituango unas pequeñas fábricas como la de jabón del “Mono” Tobón, había otra señora que hacía bolas de jabón de cebo. Tuve la oportunidad de trabajar en la casa cural, cuando estaba el padre Jaramillo. Recuerdo a un músico muy bueno que se llamaba Emilio López de la vereda Pena. Así mismo, a varios alcaldes que estuvieron acá en Ituango como Alí Álvarez Correa, que nos pavimentó este sector de la carrera Santander; Fernando Calle Araque y Darío Saldarriaga, ya fallecido. En cuanto a los sacerdotes recuerdo a los párrocos Luis Carlos Jaramillo Arango, Rodrigo Cifuentes y otro de nombre Oscar que no recuerdo ahora el apellido.
Finalmente, dice que cuenta con tres nietos que hacen parte de su familia y espera que la actual administración municipal le ayude a pintar su casita.
LAS DELICIAS DE LOS CHORIZOS EN ITUANGO:
Por: Delia Rosa Sepúlveda Herrera.
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