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HISTORIAS DE PEQUE E ITUANGO.............DON JESUS DAVID


HISTORIAS POR CONTAR DE  PEQUE E Ituango.
Por: Luis Albeiro Montoya Londoño



Don Jesús Antonio Hernández o “Don Jesús David”, como comúnmente  se le conoce en nuestro medio,  es un prestante ciudadano  que llegó hace unos 20 años,  procedente del municipio de Peque,  vive en una casita, ubicada a mano derecha  en la vía  que sale del perímetro urbano,  hacia los lados de La Hundida y Paloblanco.
Nació en Lomitas, corregimiento de Peque,  el  19 de septiembre de 1929, un poco incierta la fecha, pues en esa época no se presentaba la partida de bautismo  y, en general,  se suponía que cuando el joven tenía edad,  el registrador lo llamaba  para  cedularlo. Su padre se llamaba Pablo Emilio David, que murió en ese municipio a la edad de 93 años. Recuerda a sus tíos, hermanos de su padre, José y Ricardo Hernández.
Preguntado por los aspectos que recuerda  de estos dos municipios desde su  infancia  y dice:  “Desde pequeño ayudaba a mi papá  a cargar  mulas  en  Peque para viajar  a lugares como El Seibonal, Lomitas  y El Limón. Se sacaba  del campo maíz y frijol  y se entraba  víveres como panela, arroz, sal, jabón y grasa. Así mismo, aprendí  a trabajar la agricultura en la siembra de maíz y frijol.
Nunca tuvo la oportunidad de estudiar, sin embargo, aprendió un poco a leer y a escribir, gracias a la ayuda de un señor  que hacía remedios a la gente  de nombre Pedro Antonio Moreno, cariñosamente llamado” Pedrito”.
Para salir de Ituango con dirección a Peque,  han existido tres caminos: Uno que salía por La partida de Peque,  para ir hasta Pocitos;  el otro por la vereda Pená  y otro más por Guacharaquero. Primero venía mucha gente de Peque, utilizando estos caminos  a negociar, es decir, a comprar y vender animales y otros productos, a tomar trago, a parrandear, a bailar y  hasta enamorar,  por lo  que la Partida de Peque, llamada así porque  la gente de esa época  entraban y salían de ese municipio por este  lugar. Se cogía desde la partida a mano derecha,  pasando por una casa grande que había a un lado de la cañada  de propiedad de una familia Vásquez y lindando con terrenos  del “mono” Tobón, se llegaba al Alto de propiedad de Don Benjamín Gutiérrez. Curiosamente,  dice don Jesús, el único que actualmente camina por allí  es el señor Julio Carvajal, pues al parecer el camino está muy cerrado  y, en otrora,  era  la vía obligada  de entrada de los arrieros con mulas cargadas que venían de la Vega del Inglés, Santa Ana, Pená  y otros lugares que  pernoctaban  en El Carmelo. Hasta antes de la construcción de la carretera, se entraba por un camino  que llegaba  donde Jairo Ochoa, luego por La Montañita, por el barrio San Vicente  o por el antiguo cuido de Don Gabriel Morales  y la escuela de niños Antonio José Araque Rodríguez.
Con todo lo anterior, el populoso sector del El Carmelo, comenzó a tener un ambiente  bullicioso, sobre todo, en las noches  y una dinámica comercial, tal que  funcionaron por mucho tiempo tiendas, cantinas, como las de Arcadio Sucerquia y Gilberto Zapata, más conocido como “La “rana”, restaurantes,   y piezas para alquilar, donde los arrieros y otras persona  pasaban la noche; existían los cuidos  del papá de Don Rubén Darío López,   que después fue de la familia Ciro  y el de Senén Agudelo. En El Filo de Guacharaquero,  vivía una familia Gutiérrez, entre ellos, Don Tulio y sus hijos que tocaban violín y tiple; la señora Josefina Sepúlveda tenía una cantina. En Peque tocaba muy bien la lira un señor Juancho González; en Santa Ana, el señor Ángel Mesa   y Ricardo Tuberquia en el corregimiento de Urarco, municipio de Buriticá;  Luis Barbarán y Moisés Posso de Peque, ambos fallecidos, tocaba el primero, la flauta y el segundo, interpretaba  tiple guitarra y lira.
En cuanto a la arriería, recuerda que en El Chispero, se llenaba con mulas de carga,  los días sábado, domingo y lunes, listas para viajar a varios lugares. Allí se destacaron arrieros como  Sergio Sepúlveda, “Toño” Jaramillo  y Berto Gómez. En “Tres sendas”o  “El Filo” o “Colegurre”,  se mantenía mucha gente  bebiendo trago  en las cantinas, lo que generaba trifulcas permanentes con las mujeres de la vida alegre.
Recuerdo mucho al alcalde Darío Saldarriaga, que era muy progresista, pues fue él quien comenzó a pavimentar las calles del área urbana  que eran empedradas; así mismo a los párrocos  Luis Carlos Jaramillo Arango, Lisandro Guerra Arango  y Ernesto  Gómez Echeverri.
Finalmente, manifiesta con algo de nostalgia  que era tal la cantidad de gente  que permanecía en el centro,  que cuando se requería encontrar a alguien, había que perder mucho tiempo para mandarlo llamarlo o ir a buscarlo. Ituango ha decaído mucho; lo único rescatable ahora es la carretera pavimentada.

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