LAS ANDANZAS DE GERARDO ROJAS EN
ITUANGO.
Por:
Luis Albeiro Montoya Londoño
Gerardo
de Jesús Rojas, nació en el lugar conocido como “El Águila”, una finca perteneciente
al municipio de Peque, el 14 de abril de 193. Su madre fue Laura Rosa Rojas Palacio. Sus hermanos son:
Rafael Antonio, el mayor; Manuel, Ana, Delio de Jesús, Ramón y una gemela. No pisó las puertas de una
escuela y se casó el 20 de julio de 1958
en Santa Ana del Valle, con Julia Ester Palacio, nacida el 27 de julio
de 1939, acto oficiado por el párroco
Alberto Jaramillo Saldarriaga; unión de la cual
hay los siguientes hijos: Pedro
de Jesús, Mariela de Jesús, Ana Jacinta, Orlando, Deyanira, Noé Gonzalo,
Argelid, William de Jesús, Emilsen y
Edelmira, fallecida en Santa Ana.
En
sus primeros años de matrimonio, vivió a un lado del cementerio de Santa Ana, a
orillas del río Ituango en un pequeño
terreno de su propiedad.
Desde
los 8 años empezó a trabajar en varias
fincas de Santa Ana como las de Joaquín Gutiérrez y después de Miguel
Lopera, el Jilguero, manejando ganado que en esa época estaba adscrito al Fondo Ganadero de
Antioquia.
A su estilo y en una conversación muy amena y
entretenida, en su humilde casa del barrio La Esperanza, empieza a recordar los
primeros años de casado y entonces dice: “Algún día del año 1977, me
sentí como aburrido y pensé que ya era hora de venirme para
Ituango. Coincidió que traía para el pueblo un ganado; al llegar me encontré con Noé Hernández y entonces
éste me ofreció ir a trabajar a la finca Guadual de su propiedad en esa época para recibir la lechería y allí estuve durante 8 meses, ordeñando
unas 33 vacas.
De
allá me vine para el pueblo con toda la familia
y alquilé una casa en El Carmelo
de propiedad de una señora Ninfa, luego
estuve cerca a la capilla donde
una hija de nombre Mariela. Cuando
llegué, inmediatamente conseguí trabajo con el señor Miguel Ángel
Cardona Yepes, dueño de la finca
Cortaderal, allí estuve trabajando el
café, cargando leña y otros
trabajos durante unos 13 meses. Un
domingo cualquiera se me ocurrió
liquidar con don Miguel y no volví a trabajar allá. Ese mismo día, me puse a
jugar dominó con algunos integrantes de
la familia Arango desde por la mañana y,
a las 3 de la tarde ya me había ganado
$3.500. Al rato, pasamos al juego del dado
y cuando me fui muy borracho para
la casa como a eso de las dos de la mañana, llevaba 56 milpesos en uno de los
bolsillos de la camisa. Luego estuvo viviendo y trabajando en El Filo de la Aurora, durante unos tres meses en la finca del señor Saúl Jaramillo Giraldo.
Gerardo,
con su entereza para enfrentar las
trochas y caminos ituanguinos, se ha
especializado en arriar reses y cerdos
desde múltiples lugares y
recuerda cosas como estas: “Me ha tocado viajar a sitios muy lejanos como
El Tagual en San Jorge, trayendo cerdos con Enrique Monsalve y un señor de nombre Alfredo Mesa; de El
Retiro traje alguna vez 45 cerdos en
varias jornadas, acompañado por Marcos Agudelo y su hijo; igualmente me tocó
arriar ganado desde Guasimal, finca de Julio Ciro, desde Alicachin por los
lados de Pascuitá, fui a Riosucio por
Cañaveral, a Monos, un lugar de Peque a traer un ganado del señor Noé
Hernández y, en ese viaje un novillo
aporreó a un muchacho del lugar, que al recibir una cornada en el trasero, tuvo que ser llevado hasta Toldas
y de ahí remitido a Medellín; de
Peque salimos una vez con 105 reses para llevarlas hasta el Águila y de
éste lugar, salimos con 55 para acá para el pueblo. Una vez llegamos
aquí empotreramos en donde hoy es el coliseo, propiedad que antes era del señor
José María Betancur y la pesebrera o el cuido
de Don Senén Agudelo, que hoy ocupa Juan López con su chatarrería; en La
Francia, trayendo un ganado de Don Miguel Cardona; en San Juanillo, en un sitio que llama La
Esperanza; en El Palmar y en La Florida los lados de Santa Rita, propiedad del difunto Julio Rojas. Recuerdo que en 1981, salí de Ituango para San Juanillo a la finca del señor Carlos
Uribe, a traer dos vacas para Dairo
Arango Quintero, ya fallecido. Cuando
iba de La Granja para arriba, por el
camino que conducía a La Camelia, en la mitad de la cordillera, escuché un ruido y pensé que era alguna persona que
venía, pero alcancé a ver un
animal con figura de perro, que
saltaba de una barranca a otra y vi un pedazo de tierra que se había zafado del
camino, en una vuelta que daba para caer a una quiebrita, yo estaba en el cerro
de arriba y me subí a una barranca para divisar donde iba la carretera; cuando
ví al animal que olía unos palos y se brincó por donde yo mismo había pasado, a
lo que anduvo un poquito, identifiqué no
era un perro como yo había pensado al comienzo, sino que era realmente un
tigre. Continué por la cordillera paso largo, había un
“empalado” en el camino de unas cinco o seis cuadras de largo y yo como iba tan
rápido no me di cuenta cuando lo crucé, era que ya estaba en los potreros de La
Camelia y tenía que seguir hasta La Trampa para poder entrar a la finca de Don
Carlos. Allá les conté lo que me había
me pasado y ellos no me creyeron, lo
vinieron a saber cuando llegaron hasta la carretera que, cuando eso apenas iba
llegando al Alto del Burro y las mulas
que llevaban se les devolvieron hasta La
Camelia. Luego hicieron unos disparos en la cordillera y, al parecer, el animal
cogió para Finlandia y por los lados de Pascuitá. Después
el tigre volvió a subir y ahí fue donde persiguió a Bernabé Zapata, que
iba del Zancudito para San Juanillo y llevaba un perro, casi hasta abajo a San
Juanillo. Cuando volvió a subir a El
Zancudo, el animal mató a una novillona en la parte alta, ahí si se
convencieron que el tigre estaba en la cordillera, se volvió para Finlandia, mató
una yegua y se comió la cría que era un muletico, se regresó y en las cabeceras
de la finca de Toño Rendón, le pusieron como carnada un macho para tratar de
cogerlo, los Correa se fueron a
desayunar y cuando volvieron ya el tigre lo había matado, se pusieron a hacer el paral para a esperarlo
y fue casi a la una de la mañana, el que le alumbró con la linterna, dijo que
el solo le había disparado, pero el otro también lo hizo al mismo tiempo,
entonces, el tigre herido se vino, le dio una vuelta al palo donde ellos
estaban encaramados, del susto se le cayó la linterna a uno de ellos y así se
quedaron hasta que amaneció; cuando
bajaron al piso; encontraron los rastros de sangre, los perros ya lo habían
sentido y se marcharon para la casa.
El tigre estaba ya muerto ahí, más
abajo, entre unas hojas de pantano.
Recuerdo
muchos a los arrieros Ramón Mórales, Sergio Sepúlveda, Francisco Tamayo, Manuel
Mazo, Manuel Morales Gómez, Arturo Rodríguez, Aarón Graciano, quien salió de
Ituango con una mulada y, a la altura
del puente de Pescadero, colocó su carriel en la baranda, se tiró al río y
jamás lo encontraron; Amador Jaramillo, entre otros. Recuerdo que los
cuidos de bestia en Santa Ana, eran de propiedad de los señores, Guillermo
Gutiérrez López y Francisco Tamayo. Grandes intérpretes de instrumentos como la guitarra, el tiple,
el violín y la lira tuvo la oportunidad
de conocer, entre ellos, los hermanos Horacio
y Arnulfo Montoya Atehortúa; el
primero con el tiple y el segundo con la
lira; Ángel Mesa de Santa Ana, que tocaba muy bien la lira; Quico Rojas que
interpretaba el tiple, Israel Rojas y su hijo Oscar, que tocaban guitarra, Don
César Giraldo, tocaba guitarra y
tiple, amenizando además las
misas dominicales; Miguel y Joaquín
Sierra que tocaban el violín, Gildardo Jaramillo y su acompañante Emilio
Mora, interpretaban la guitarra y el
violín respectivamente, evocando la música
de Julio César Villafuerte y Lucho Bowen, Roberto Barrientos, Eugenio
Jaramillo, “Cochise” , un señor Mario García
de Santa Rita y Luis Osorno de
Portachuelo.
Llegó
un tiempo en que dejé de trabajar y me
dediqué a cortar sogas para vender; al
principio me regalaban el cuero, sobre
todo, cuando vivía en Santa Ana, ya aquí en el pueblo me lo empezaron a cobrar a $ 4.000 mil y hoy vale $45.000, además realizo
contraticos para desmalezar potreros, llevar cerdos y reses de un lugar a otro.
Con
toda mi experiencia de largas
jornadas de recorridos por los caminos
de Ituango, conocí y aprendí el nombre de muchas fincas como El Jilguero, Santa Ana, La Redonda, La
Armenia, El Oso de Don José Mesa; Yarumalito de Don Héctor Correa, El Río de
propiedad de los hermanos Germán y Javier Duque Pérez, Guadual de Moisés Gómez
“El Turco”, La Bramadora de Miguel Ángel
Cardona Yepes, Los Olivares del papá de
Alfredo Mesa, Botero, que fuera de Don
Miguel Ángel Cardona Yepes y hoy de Fabio Mazo Ruiz, Los Galgos, perteneciente
a la familia Cárdenas, San Juan Rodas,
de propiedad de unos Calle, Alicachin de propiedad de Don Pepe Zapata,
La Palizada, Manzares, de propiedad de Arcadio Londoño Velásquez, La Guamera de
un señor Campuzano, Tesorito, de piedad
de Don Pacho Calle, La Floresta,
Guaimaral de los Correa, Providencia de Don Aurelio Correa, Las Brisas de Noé
Hernández, San Juanillo de Martín Berrío, La Colonia de Ricardo Machado, La
Selva que tenía lechería de Eladio Úsuga, Canoas de Miguel Ángel Cardona, el viejo; Cortaderal
de Miguel Ángel Cardona Yepes, El Alto de Julio Ciro y Gustavo Londoño Jaramillo. De todas estas fincas recuerdo los nombres de caballos, yeguas y machos como la mula “sombra” de Don Antonio
Villegas; el macho “abejorro” de José Mesa; la yegua “ la bruja” de Luis Antonio Londoño Restrepo; un caballo muy bueno que
tenia Don Reinaldo Jaramillo, el caballo “ recuerdo”, de Luis Rafael Londoño Jaramillo, la yegua “La guagua” de Germán Londoño Jaramillo; en El Jilguero
estaban el macho “Moro”, la mula
“vieja”, la mula “pava”, el caballo “califa”, la yegua “ alazana”, el
caballo “palomo”, la mula “platina” de Oscar Correa de Santa Ana, el caballo
“negro” también llamado el “abejorro” así como la mula corralera “La sombra” de Lico Arango, y el caballo
“carechucha”de Pacho Zapata y la yegua
“colorada” de César Cardona. Finalmente, se le ilumina el rostro y dice:
“Hay muchas historias por contar, a pesar que ya a uno le va fallando la
memoria por el pasar de los años”.


Aquí
las sogas que el hace
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