arisucia, Cirilo, Pegote, Negra y Nena son los cinco gatos que acompañan y alegran la vida del solitario Alfredo Rivera Correa, un señor de 76 años, oriundo de Ituango, municipio de Antioquia, que hace 43 años, en busca de un mejor futuro, llegó a Agua Bonita, corregimiento número cinco de Manizales. En esa búsqueda de un mejor futuro nació La Cumparcita, hoy por tradición un templo y un ícono de la pornografía clásica, el buen tango y la autóctona fiesta caldense.
Aunque resulta curioso señalar y explicar que lo realmente único e impactante del pequeño negocio no son los cinco gatos, de todos los colores y tamaños, que rondan de un lado a otro la cantina saltando por cada mesa del particular lugar. Lo verdaderamente curioso salta a la vista cuando desde la carretera, que comunica a Manizales con Chinchiná por la vía antigua, cada transeúnte se queda mirando, algunos con cara de asombro, gracia y hasta de satisfacción, los más de 250 afiches de mujeres desnudas, en diferentes posiciones, que decoran cada rincón de este particular sitio.
Las fotos están pegadas en todos los rincones, es imposible evadirlas; para donde se mire resulta obligatorio encontrarse con una modelo de la década del setenta o del ochenta en una clásica posición enseñando su cuerpo desnudo. Mientras tanto el papel es sostenido por un trozo de cinta amarillenta en la parte inferior y una blanca y firme telaraña en la parte superior, aferrados a una pared que no se sabe de qué color es, una pared que confunde al ojo de quien la mira con su verde opaco y su débil blanco, ambos desteñidos por la humedad.
Que suene la música
Rivera Correa prende las luces de La Cumparcita todos días después de la cinco de la tarde, pues madruga a trabajar en las labores cotidianas del campo o cortando las malezas en las fincas vecinas que requieran de sus servicios. Una vez encendidas las luces y abiertas las puertas, el antiguo y deficiente equipo de sonido comienza a retumbar, casi como si quisiera describir ese lugar, que “el mundo fue y será una porquería ya lo sé”. Un fragmento de Cambalache, uno de los clásicos tangos de Francisco Canaro que, según dice Alfredo, han cantado y llorado los clientes en su negocio desde hace tantos años.
Y es que si de clientes se trata resulta más interesante aún escuchar, de la clara y bien manejada voz de Rivera, anécdotas curiosas como que hace más de veinte años en su negocio sólo se sentaban a tomar aguardiente y a escuchar tango y milonga personajes como Luz Marina Zuluaga, ex miss universo manizaleña, de quien dice Alfredo no salía del sitio y se entretenía juzgando a las modelos de los afiches diciendo cuáles tenían o no perfiles de reina.
“Mis distinguidos clientes”
La ex reina por mencionar sólo a uno de los calificados por Rivera como sus distinguidos clientes; personalidades que visitaron cualquier día La Cumparcita y se dejaron envolver del ambiente festivo y vulgar que emana desde sus cuatro descoloridas y pequeñas paredes.
El ex presidente César Gaviria Trujillo, por ejemplo, cuando salía de las corridas en la Feria de Manizales hace más de 17 años siempre solía quedarse allí; por su parte los domingos nunca faltaba Gustavo Robledo Isaza, ingeniero de la idea original de Aeropalestina; y casi dos veces a la semana, en busca de buen tango, llegaba Luis Roberto Rivas, padre del actual Alcalde de Manizales.
“El ambiente en aquel entonces era sano, en la misma mesa se podían sentar a beber aguardiente y a escuchar milongas César Gaviria Trujillo con mi vecino Ismael Giraldo; al amanecer había que apagar la música porque nadie se quería ir y todos estaban borrachos; eso si era una buena época”.
Experiencias como esta cuenta el señor Rivera mientras se toma la cara con sus gruesas y callosas manos de campesino pura sangre y recuerda con mirada nostálgica y profundos suspiros aquellos días, días que, como dice, nunca volverán pero que tampoco dejarán que el negocio muera; pues sostiene que aunque no es lo mismo y no lo visitan las mismas personalidades, por sus amigos y sus pocos clientes, asegura que La Cumparcita nunca acabará.
Aunque resulta curioso señalar y explicar que lo realmente único e impactante del pequeño negocio no son los cinco gatos, de todos los colores y tamaños, que rondan de un lado a otro la cantina saltando por cada mesa del particular lugar. Lo verdaderamente curioso salta a la vista cuando desde la carretera, que comunica a Manizales con Chinchiná por la vía antigua, cada transeúnte se queda mirando, algunos con cara de asombro, gracia y hasta de satisfacción, los más de 250 afiches de mujeres desnudas, en diferentes posiciones, que decoran cada rincón de este particular sitio.
Las fotos están pegadas en todos los rincones, es imposible evadirlas; para donde se mire resulta obligatorio encontrarse con una modelo de la década del setenta o del ochenta en una clásica posición enseñando su cuerpo desnudo. Mientras tanto el papel es sostenido por un trozo de cinta amarillenta en la parte inferior y una blanca y firme telaraña en la parte superior, aferrados a una pared que no se sabe de qué color es, una pared que confunde al ojo de quien la mira con su verde opaco y su débil blanco, ambos desteñidos por la humedad.
Que suene la música
Rivera Correa prende las luces de La Cumparcita todos días después de la cinco de la tarde, pues madruga a trabajar en las labores cotidianas del campo o cortando las malezas en las fincas vecinas que requieran de sus servicios. Una vez encendidas las luces y abiertas las puertas, el antiguo y deficiente equipo de sonido comienza a retumbar, casi como si quisiera describir ese lugar, que “el mundo fue y será una porquería ya lo sé”. Un fragmento de Cambalache, uno de los clásicos tangos de Francisco Canaro que, según dice Alfredo, han cantado y llorado los clientes en su negocio desde hace tantos años.
Y es que si de clientes se trata resulta más interesante aún escuchar, de la clara y bien manejada voz de Rivera, anécdotas curiosas como que hace más de veinte años en su negocio sólo se sentaban a tomar aguardiente y a escuchar tango y milonga personajes como Luz Marina Zuluaga, ex miss universo manizaleña, de quien dice Alfredo no salía del sitio y se entretenía juzgando a las modelos de los afiches diciendo cuáles tenían o no perfiles de reina.
“Mis distinguidos clientes”
La ex reina por mencionar sólo a uno de los calificados por Rivera como sus distinguidos clientes; personalidades que visitaron cualquier día La Cumparcita y se dejaron envolver del ambiente festivo y vulgar que emana desde sus cuatro descoloridas y pequeñas paredes.
El ex presidente César Gaviria Trujillo, por ejemplo, cuando salía de las corridas en la Feria de Manizales hace más de 17 años siempre solía quedarse allí; por su parte los domingos nunca faltaba Gustavo Robledo Isaza, ingeniero de la idea original de Aeropalestina; y casi dos veces a la semana, en busca de buen tango, llegaba Luis Roberto Rivas, padre del actual Alcalde de Manizales.
“El ambiente en aquel entonces era sano, en la misma mesa se podían sentar a beber aguardiente y a escuchar milongas César Gaviria Trujillo con mi vecino Ismael Giraldo; al amanecer había que apagar la música porque nadie se quería ir y todos estaban borrachos; eso si era una buena época”.
Experiencias como esta cuenta el señor Rivera mientras se toma la cara con sus gruesas y callosas manos de campesino pura sangre y recuerda con mirada nostálgica y profundos suspiros aquellos días, días que, como dice, nunca volverán pero que tampoco dejarán que el negocio muera; pues sostiene que aunque no es lo mismo y no lo visitan las mismas personalidades, por sus amigos y sus pocos clientes, asegura que La Cumparcita nunca acabará.
0 Comentarios