¡valiente mula tan chicanera! Así le decían
las otras bestias al verla en las ferias de los pueblos.Pero si la mula era
chicanera, su patrón y dueño demostraba
lo contrario:desaliñado,huraño,,mal trajeado,y por debajo del arriero promedio
en su pro capacidad y altanería de guapo caminero.Juan Esteban Puerta se
llamaba este hombre, hecho a pulso trabajador honrado y habiendo sido un peón
disciplinado en su juventud, con agallas de hombre trabajador y ladino se puso
a conseguir plata.
Comenzó su carrera de arriero con una o dos
mulas fiadas,a transportar mercancías desde su pueblo hasta Medellín.Otras
veces se trasladaba a la feria semanal de la Bella Villa a mirarle la dentadura
a caballos y mulares que por su vista pasaban.En aquellos años las
instalaciones de la feria de ganados quedaban en Otrabanda,esos predios
aledaños al rió Medellín al lado de la calle Colombia y donde hoy están grandes
almacenes mayoristas de telas,los callejones y corrales de pisos empedrados se
llenaban de ganado que alimentaban los trenes del ferrocarril de Antioquia, esa
maquina regional que abrió la trocha para que los paisas no se quedaran
encerrados entre estas montañas semiesteriles.Con un poncho raido y unas
alpargatas descosidas, Juan Esteban Puerta se arrimo a uno de los propietarios
de un lote bien tenido de mulas y muletos y le dijo “oiga paisano ¿ cuánto
valen sus animales?”.Sorprendido por la apariencia del comprador, la
incredulidad le hizo gárgaras en sus adentros ¿con que iba a comprarle su lote
este andrajoso parroquiano?, “mucha plata “,contesto entre dientes y se puso a
conversar con su vecino “¿ y cuanto es para usted mucha plata?” le replico Juan
Esteban Puerta. “Pues digamos que como 800 pesos oro mi don”.De un carriel
esmirrado por el sudor y el tiempo, con
la lengüeta deshilachada y una piel por la que habían rodado desde hace tiempo
guarapo,lluvias,pantano,migas de arepa, gotas de aguardiente y lagrimas de
perro querendon.Juan esteban Puerta saco un fajo de billetes amarrados con una
pita y contó los ochocientos pesos oro.Un poco turulato y bastante
silencioso,el vendedor recibió la plata, la contó y la examino con mucho
cuidado y concluyo “hay tiene sus bestias don Esteban y que le sirvan mucho pa
su negocio”
Dos meses después don Esteban Puerta se fue a
la feria de un pueblo y mientras ruñia un pande queso frío con café con leche
(perico),se quejaba de no encontrar una mula fina para su uso personal.Luego en
la plaza principal, debajo de un algarrobo, cuándo se le escondía el sol,la vio
pasar muy aperada, haciendo sonar las herraduras nuevas por los empedrados de
la población.Sin dudarlo busco al jinete,le hablo claro y de contado compro la
princesa y se la llevo para su finca.
Le tomo tanto cariño que decidió ponerle forro
de oro a los dientes para que no se le gastaran comiendo.Envio un telegrama a
Bello, para que un tío le contratara un tegua de dentistería, dé los que allí
abundan, fuera hasta su tierra y tomara la impresión dental de la Princesa, en
oro de 24 quilates reforzado,la vanidosa mula mostraba,jeta adentro, una mina.
Un día le preguntaron a Juan Esteban que
cuanto le había costado esa mula que tanto quería “un castellano” respondio.El
ultimo chicharrón de oro que aun guardaba de su tiempo de minero le había
servido para comprarla.
Pero con los años la mula perdió repique y
talante, sé hizo vieja junto al dueño y un día murió mientras estaba en el
potrero.
Juan esteban la enterró en un hueco de cemento
cubierto con una loza que sello con hierro y soldadura, puso el nombre encima y
dejo pasar unos años.Después hizo abrir la fosa y él mismo le quito la
dentadura de oro.Entonces le dijo a su mujer, con cierta sorna: “fíjate mija
que mula tan noble, hasta muerta me da utilidades.Cuando la compre me costo un
castellano y ahora sus dientes de oro pesan siete castellanos”
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