El
Ituango que yo conocí.
La Vega del Inglés también tiene su
historia.
Por: Ramiro Monsalve Arango.
La Vega del Inglés y Santa Ana son dos
importantes corregimientos de mi querido Ituango. Ellos como todos los demás, forman
orgullosamente uno de los municipios más ricos y extensos de nuestra Antioquia.
Permítame adentrarme un poco en historias y
anécdotas de personajes que, de alguna manera, forjaron la idiosincrasia de la
región.
Recuerdo que en la Vega del Inglés,
funcionó por algún tiempo, una cárcel para confinar presos de alta
peligrosidad, llamada La Colonia. Mi
señor padre, Arcelio Monsalve Restrepo, fue guardia de dicho penal. Me contaba mi progenitor como anécdota que a él le encargaron el cuidado de un buen número de presos. Debían realizar diariamente labores agrícolas
y cuando salían a cumplir con sus tareas, mi papá lo único que les pedía era que no fueran a fugarse ni atentaran
contra él. Ya en el campo le pedían
permisos para hacer una siesta y mi padre finalmente se acostaba con ellos y
dormían plácidamente. Todos los presos
siempre le pedían al director de la cárcel que los dejara salir a trabajar con
el joven Arcelio. ¡Qué tiempos aquellos!
En cierta ocasión Modesto Mazo hirió
ligeramente a Don Ramón Posso, ya octogenario.
Ramón le dijo que se encontraban en el puente de Santa Ana para
solucionar el problema, no mediante el diálogo, sino mediante el uso de dos
buenas peinillas. Allí el señor Mazo
tuvo las de perder y pasó a mejor vida.
No quiero mortificar la familia de ninguno de los contrincantes, ya que
sólo lo hago para traer a recuerdo de algo que se dio y, que dadas las
condiciones impuestas entre las partes, debía tener el final esperado.
Mi pariente Germán Arango, una vez se bebió
$200, producto de una buena cosecha de fríjol que recogió. Casi lo mata el guayabo psicológico, estuvo
ocho días enfermo. Jairo Arango se
emborrachaba y se dormía montado en un brioso caballo. ¡Qué buena camita la de Jairo! Mi tío
Federico Arango (Lico), le gritaba a uno de sus trabajadores, cuando éste iba
un poco lejos: “No se le olvide traer los huecos”, por decir los Wellcos, una
marca de zapatos en ese entonces.
También a Don Lico cuando le entregaban cartas para llevar a Ituango,
cuando éste lo hacía cada quince días.
Él con muy buena memoria, regresaba con las cartas dentro de su
carriel. “Qué buen jefe de correspondencia! Don Gabriel Morales era un poco
metidito. En todo corrillo de personas
se acercaba y siempre preguntaba: ¿Qué pasó?, ¿Qué pasó?
Finalmente, recuerdo a un señor Severiano,
que transportaba en sus espaldas lo siguiente: Una máquina de coser y una cama
con su respectivo colchón. Poquita
fuerza que tenía. De ahí en adelante a
todo el que se la daba de muy fuerte, le decían Severiano.
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