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Historia de la familia Zuleta Valle de Ituango

LA FAMILIA ZULETA VALLE EN LA VEREDA EL TINTO DE ITUANGO
                                             Por:    Luis Albeiro Montoya Londoño.

A  Juan Bautista Zuleta Cardona y María Teresa  Valle, algún día, después de conocerse, se les ocurrió unir sus vidas y conformar una de las familias más reconocidas de la vereda El Tinto, más abajo de  La Hundida.  Diez hijos – seis mujeres y cuatro hombres – crecieron en un ambiente montañero y muy sano en aquellos tiempos: Rosa Pastora (ya fallecida), Joaquina, Aurora, Ana Rita, María Berta, María Eva, Marco Fidel, Bernardo, Miguel y Luis Carlos.
En diciembre de 2005, se  cumplieron cincuenta años de vida religiosa de Ana Rita, María Berta y María Eva, en las comunidades Siervas del Santísimo (Berta) y Misioneras (Ana Rita y María Eva).  Las tres iniciaron sus estudios de primaria en la escuela de La Hundida.  Son ellas, un verdadero orgullo para la familia y la sociedad ituanguina.

Uno de los integrantes de esta familia es Marco Fidel, que aún vive en la vereda; cursó primero y segundo de primaria en la escuela de La Hundida y tercero en la escuela de niños del área urbana; contrajo matrimonio con Rosa Lía Mazo, unión de la cual, hay seis hijos, cinco de ellos bachilleres y no más que va cursando estudios en el grado octavo, es un agricultor y caficultor, que los fines de semana sale al pueblo a realizar sus vueltecitas y se regresa rápido a continuar con sus faenas cotidianas en su terruño natal.

Sus recuerdos comienzan a aflorar y entonces dice: “Mi padre fue el primer caficultor de la vereda.  En esos tiempos, se sembraba el café de escoba, eran unos granitos que se caían del palo y luego se convertían en palitos o arbolitos.  Con el cubo de una barra, se hacían unos pequeños huecos y se metían allí los colinitos, pisando la tierra con el jarrete.  A este tipo de siembra, se le denominaba “tres patadas”. De  un tiempo hacia acá, se prepara es un semillero, luego un almácigo, viene posteriormente el ollado, con espacios de treinta a cuarenta centímetros de hondo, demorándose unos diez y ocho meses para producir la primer cosecha, cuando antes transcurrían hasta cuatro años.
Así mismo, cosechaba otros productos agrícolas, cuya abundancia por años, hizo que no pudiera recolectarla, porque no daba  gastos, ni pagaba cogerlos.  Igualmente, se ayudaba con la cría y engorde de cerdos, hasta que logró librar unas propiedades que había adquirido tiempos atrás en esa región.

La gran anécdota que le ocurrió a mi padre, en compañía de su hermano Blas y, con el propósito de ampliar la producción agrícola;  fue cuando sembraron un cultivo de tabaco, ¡y aquí si que metieron ellos las patas ¡ porque en esa época, eso era de contrabando.  Resulta que un señor, dizque amigo, de apellido Sepúlveda, se inventó un cuento y les dijo que había otra persona interesada en comprarles toda la producción que sacaran y que no era sino que la llevaran hasta la vereda Buenavista,  en una fecha propuesta por ellos,  un viernes  a las siete y media de la noche; ellos muy contentos y cumpliditos, llegaron con dos bultos al lugar, donde con sorpresa, los esperaba era la policía. Fueron traicionados y, sospechaba mi padre, que al parecer este ciudadano estaba buscando era una coloca de Guarda de Rentas. Por fortuna, en el lugar se encontraba el señor Juancho Bohórquez, que vivía en Buenavista, amigo de mi padre y su hermano, además, conocido de los uniformados a los que convenció  que los dejara libres con el compromiso que él mismo se encargaría de presentarlos al domingo siguiente en el pueblo. Entonces, Blas y mi papá, se fueron para la casa, sin plata y sin saber qué iban a hacer para que no lo llevaran a la cárcel. Fue, entonces, cuando a mi padre se le ocurrió proponerle a Blas que dijera que el cultivo era de éste último, aduciendo que mi papá era un simple trabajador y así quedar libre de toda responsabilidad, pero comprometido a ver por las dos familias, mientras Blas estuviera encarcelado. Hecho el trato, mi padre arrancó el tabacal y siguió cultivando el café.
 Recuerdo que yo estaba muy chiquito, le pedí a mi papá cinco centavos y éste me respondió que para qué era tanta plata y al fin me los entregó; pero con la condición que le trajera el vuelto o devuelta, pero lo primero que me advirtió es que una vez llegara a la plaza del casco urbano; no comprara en el primer toldo, sino en el que seguía, porque  en el primero estaba un señor que lo había traicionado y fue ahí donde me contó esa historia y yo le dije que por qué no le pegábamos un palazo o un garrotazo y él me dijo que la venganza era mala y Dios la castigaba.”.
Cuadro con foto de la familia Zuleta Valle, tomada en el municipio de Tarazá hace cuatro años.
Arriba de izquierda a derecha: Marco Fidel, Aurora, Bernardo, Miguel, Luis Carlos, Joaquina, Rosa Pastora (la mayor) y que ya falleció.
Sentadas de izquierda a derecha: Las tres religiosas, Ana Rita, María Berta y María Eva.

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