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LO QUE NOS CONTO UN DIA FRAY ARTURO CALLE SOBRE SUS RECUERDOS DE ITUANGO.. El Ituango que yo viví : Fundador de la Universidad San Buenaventura de Medellin

LO QUE NOS CONTO UN DIA FRAY ARTURO CALLE SOBRE SUS RECUERDOS DE ITUANGO............FRAY ARTURO FALLECIO RECIENTEMENTE

El Ituango que yo viví.


Por: Fray Arturo Calle Restrepo.

Para recordar a mi pueblo, debo ubicarme entre los 35 y 45. En el año 35 hice la primera comunión de manos de manos del padre Julio Tamayo que fue párroco por muchos años. Estudié luego en la escuela del pueblo, donde aprendí a leer y luego me enviaron a Palmitas, corregimiento de Medellín, donde el párroco era mi tío Presbítero Jesús María Restrepo y donde vivía mi abuela, la madre de mi madre, de la cual yo era su nieto preferido, según ella decía. Yo la quise mucho porque era muy santa y cariñosa.

Como casi todos los hijos de Ituango, no tuve el privilegio de vivir allí muchos años. Ordinariamente todos los jóvenes que podían, salían de la población para hacer sus estudios en un seminario o en la ciudad de Medellín, pero todos modos siempre se tienen recuerdos de lo que era el pueblo y de la vida que allí se llevaba.

Recuerdo que se destacaban en el pueblo, las casas de José Joaquín Restrepo, Manuel José Restrepo, las casas de las Tobón en el marco de la plaza, las casas de las familias Tobón, Calle, Pérez, Acevedo, Palacio, Duque, Mazo, Luján , Zapata y otras, que quedaban ya alejadas del centro. Eran casas cómodas para su tiempo. Todas tenían solar y allí se cultivaban las hierbas aromáticas y algunas verduras. Algunas tenían pesebrera, dado que lo único que se tenía como vehículo de transporte era el caballo.

Había buenos almacenes. Se destacaban los de Luis Mazo, Manuel José, de Don Pepe Tobón, Almacén de los Duque y Don Moisés Gómez El Turco. Habían dos droguerías: La droguería Ituango y la botica de los Acevedo.

Sólo existía la escuela de niños y de niñas: Escuelas del gobierno. El Colegio de las Carmelitas y el Pedro Nel Ospina para hombres.

El Rector era Don Antonio Araque, hombre rígido y de mucho saber. El otro profesor, era el señor Ramón Palacio, maravillosa persona a quien todos los alumnos queríamos como a un padre. Eran los dos únicos profesores que había en el colegio de la secundaria.

La Alcaldía era un edificio de dos pisos, en la parte sur de la plaza. El primer piso era una cafetería, muy concurrida porque allí podían oírse las noticias, se tomaba un buen café.

El templo era el edificio más grande de la población. Bien edificado. Tenía una cúpula sobre el ábside. Luego fue sustituida por una torre edificada sobre la entrada y que le dio al templo un aspecto mucho mejor.

La casa cural era una de las mejores casas y allí tenían las residencias los sacerdotes y también las oficinas de la parroquia. Había en ella también la manera de tener las mulas que se servían para cuando el sacerdote era llamado a una confesión en la parte rural del pueblo. Había confesiones que se demoraban hasta uno y dos días. Así como el municipio era uno de los más extensos de Antioquia, también la parroquia tenía dimensiones de diócesis.

El atrio del templo, amplio y encementado, era la única parte plana de la población. Allí se veía pasearse a los sacerdotes después de la cena y también las parejas de novios, que se daban sus paseos hasta bien entrada la noche.

El Hospital San Juan de Dios estaba atendido por las Religiosas Carmelitas, lo mismo que el Refugio asilo para niñas en la parte alta del pueblo, donde había una pequeña plazuela y en medio de ella, una imagen de la Vírgen de las Misericordias. El barrio “El Cielo”, en la parte alta, era el barrio malo, donde daba miedo ir.

Las familias eran muy unidas: Todas eran muy numerosas y los hijos solían ir a las casas a la hora del algo porque se daban unos “algos estupendos”: Café con leche y con pandequeso, empanadas y arepas con mantequilla.

Las calles eran empedradas. En las casas había agua llevada por atanores. Había lavadero especial y un pozo con agua para bañarse.

El servicio sanitario era un cajón: Por debajo pasaba el agua de la acequia.

La cocina tenía su fogón de leña y su horno para el pan. Tenía también un lugar especial donde se guardaba la carne salada por cuanto no había nevera. La leña era llevada en caballos y se vendía a la puerta de las casas, lo mismo sucedía con el carbón, que era siempre de leña, que servía para mantener las estufas especiales donde se calentaban las planchas para poder arreglar la ropa.

La luz eléctrica venía de una pequeña planta que estaba a orillas del río Ituango. Sólo había luz, muy mediocre desde las 6 de la tarde a las seis de la mañana. Había pocos radios. Todos eran de una gran mueble y llena de tubos. Había una vendedora de “parva”. La “parvera” la llevaba en un cajón que se ponía sobre la cabeza y que iba ofreciendo en voz alta por las calles: Pan, roscas, pandequeso, pandeyuca, rosquillas… todo muy limpio y sabroso.

La leche se vendía en las casas, había que ir allí donde se vendía y comprarla por puchas.

También el maíz y los fríjoles se vendían por puchas, cuartillo o almudes.

Los juegos de los jóvenes consistían en bolas de cristal, escondidijo o chucha, trompo y carreras. Los más pequeños hacían carreras montados en palos que simulaban caballos. Las niñas jugaban a las muñecas. La vida era muy sencilla, muy casera y muy simple.

Por las tardes, se iba a la iglesia a rezar el rosario o se rezaba en las casas. Los domingos se iba a la misa en comunidad. Colegios y escuelas tenían su misa propia que era la de las siete de la mañana.

Cuando mi familia salió de Ituango para poder hacer que todos tuviéramos estudio, me dio la impresión que allí se quedaba lo sabroso de la sencillez y que empezaba otra etapa de mi vida, que quizás por caminos que nunca sospeché. Así fue que, sin pensarlo antes, me hice fraile y es la manera como he seguido viviendo la sencillez que viví en mi pueblo natal.

Después de 1945, sólo he venido a mi pueblo por tres veces.

En el 1955 para mi primera misa, solemnizada por la presencia del párroco presbítero Luis Carlos Jaramillo. A la primera misa de mi hermano Jesuita Antonio y al diaconado de mi sobrino Flavio, hoy en dia obispo de Sonsón Rionegro.

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