NUESTRO PERSONAJE (1)
EL MAESTRO RAMÓN VÁSQUEZ: Siempre inspirándose en Ituango.
Al comenzar con esta sección, que publicaremos siempre en EL HERALDO DEL NORTE, queremos con ella rescatar a los Ituanguinos que se han destacado en uno u otro campo o que de alguna manera han contribuido al engrandecimiento de nuestro pueblo. Hoy comenzaremos con el Maestro Ramón Vásquez, el que ha alcanzado renombre en todos los ámbitos con sus pinturas y dibujos.
UNA INFANCIA DIFÍCIL
Nací en Singo, el 5 de agosto de 1922, mi madre nos trajo a Medellín por ahí en 1926 y nos llevó a un hospicio. Mi papá nos había abandonado y a mi mamá le tocó bregar con nosotros.
Desde que era un niño y estaba en Ituango, me quedaba horas enteras admirando el paisaje, allí comencé a sentirme pintor. Pero fue en el hospicio donde me descubrió con la ayuda de mi mamá, que era un extraordinario pintora. Como el disco “viendo a mi padre aprendí, yo aprendí de mi madre. Esa fue mi primera profesora. Pero fue cuando me gané un concurso de pintura infantil cuando comencé realmente mi carrera, porque a partir de ese momento, obtuve el apoyo de Doña Paulina Arango, una mujer que me ayudó mucho y metió en la Escuela de Bellas Artes. De ahí en adelante, gané todos los concursos infantiles de pintura de la época.
“Ituango no era lo que esperaba”
Después de pasar muchos años en Medellín, resolví volver el 12 de octubre de 1979 porque iban a celebrar un Día de la Raza especial, con la presencia de los indios de San Matías. Me hice muchas ilusiones. Había soñado tanto con ese viaje. Todo lo recuerdo muy bien, pasando Taque, cuando fui a Quebradona, nada de eso se me hizo extraño, las mismas cosas, el ruido de los grillos. Cuando ví eso me recordé de las guamas y la lana de balso. Pero cuando llegué a Ituango, vi que el pueblo no era el mismo con el que había soñado durante tantos años. A Ituango se le acabó todo, el tiple, el pilón. Cuando fui a una tienda ya no estaba el bulto de papas y las velas de cebo, eran cantinas. Las calles y las gentes también cambiaron. Lass primeras perdieron ese encanto de cuando eran empedradas. La gente que ví era una parranda de “cocacolos” de Medellín. Ituango me pareció como covacha de ciudad, donde se escuchaba el rock a todo dar. Ya no existía esa brujería de antes. Ya no estaba ese campesino sano, verraco, de biblia en mano, gente como la de Quebrada arriba. Cuando venía para Ituango, extrañé el antiguo Puente de Pescadero, del que solo quedan las señales del que allí estuvo alguna vez. El nuevo puente no me gustó.
Sólo cuando salí del pueblo, me dí cuenta que las cosas seguían como las había imaginado. En Quebradona encontré esos paisajes majestuosos de mi infancia.
MURAL DE ITUANGO
El objetivo primordial de mi venida era de un mural en el salón del Concejo, en esa ocasión desistí de hacerlo porque no me “pararon bolas”, la gente era como simple, nadie me conocía y si me hablaban, era para cosas que no venían a la ocasión. Sin embargo, aún tendo en mente, la realización de ese mural que quiero regalarle a Ituango. Ya tengo en mente el tema y van a ser los indios de San Matias.
LA GENTE DE ITUANGO
En Ituango había verdaderos patriarcas. Los busqué, pero no los encontré. Todo había cambiado mucho. Pero yo a eso no lo llamo progreso, porque este se dá ordenadamente sin sacrificar lo tradicional. Lo que ví en Ituango es degeneramiento. Por eso repito que no encontré esa dulzura que quería ver.
RECUERDO DE OCHALÍ
Alguna vez quise comprar una finca en Ochalí. Desde el momento que pasamos por Santa Rosa, comencé a respirar ese aire de mi infancia, recordaba uno a uno los lugares por los que había pasado con mi mamá, aunque en esa época no había carretera. Cuando llegamos a Ochalí, resultó que Isidro, el dueño de la finca, era sobrino mío. Isidro era uno de esos campesinos auténticos, que aún creían en las matas de sábila y en esas leyendas de la “rueda de castilla”.
OIGO HABLAR DE ITUANGO Y ME ALEGRO
Recuerdo que cuando estaba pequeño, mi mamá tenía una carterita de cuero, aún siento el olor de ese cuero, de la gasolina y el polvo de cara de las mujeres de la época. Cuando hablar de Ituango en Medellín, me da una gran alegría y una nostalgia que me recorre todo el cuerpo, por eso quiero volver, pero no al pueblo, sino a Singo, a La Granja, a Santa Rita, los lugares por donde recorrí mi niñez.
QUE FUE DE MI PADRE
Yo conocí a mi padre ya grande. Ya estaba envenado el recuerdo que tenía de él. Nosotros éramos tres hermanos. Margarita, Abdón y yo. Abdón siempre vivió con mi padre. El viejito consiguió plata, pero fue muy amijgo de dárselo todo a la iglesia. Él venía a mi casa en Medellín, pero volvía pronto para Ituango. Con el tiempo se había vuelto muy caprichoso, quería que yo hiciera siempre lo que a él le gustaba, pero yo no podía hacer todo lo que quería, así que él se aburrió y se vino para Ituango, ya viejo par Ituango. Allí ingresó al asilo, era una forma de la parroquia pagarle los gestos dadivosos que había tenido con ella. Al cabo de varios años, murió allá en el asilo de Ituango.
LOS INDIOS HAN SIDO EXPLOTADOS SIEMPRE
Desafortunadamente me tocó vivir en Ituango algo que no me gustó. Fue el Día de la Raza, en el cual ví como trataron a los indios como especímenes de desfile. Pasabann filados por los ojos de todo el pueblo, mientras sus estómagos vacíos, les recordaban el hambre de los días pasados. Creo también que han sido explotados por la religión. En esa ocasión los pusieron a trabajar haciendo sus artesanías, pero ese dinero no se vio por ningún lado. Todo quedé en manos de los organzadores. Aclaro que yo digo lo que ví ese día, no invento, eso fue lo que yo juzgué y, tal vez, el tiempo, fue muy corto para hacer un juicio”
QUIERO VOLVER PRONTO
Pero no veo la hora de volver a Ituango a buscar de nuevo lo que no encontré en mi primer viaje. No espero quedarme en el pueblo, sino irme por las veredas. En estas vacaciones no tendré tiempo, más creo en febrero irá a Singo y a La Granja. Volver a ver esas montañas inmensas, al lado de las cuales, uno se siente dueño del mundo, porque montañas como las de Ituango, no he visto nunca en ninguna parte. Por eso creo que va a ser muy difícil acabar con la guerrilla, porque es que esos verracos se amañan mucho allá admirando esos paisajes tan hermosos, de hambre tampoco los rinden, porque en esta tierra uno escupe y crece saliva.
El maestro Ramón ya ha hablado bastante. Es su pensamiento, su manera de ver y de querer a Ituango. Ahí queda el testimonio de un paisano que a base de esfuerzo y lucha logró colocarse como uno de los grandes en su campo”.
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