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Delcy Yanet ESTRADA FIGUEROA GRAN ARTISTA NACIDA EN SANTA RITA DE ITUANGO

Delcy Yanet
ESTRADA FIGUEROA
Nunca cantó. Ni siquiera cuando era niña y muchos 
pequeños de la escuela de Santa Rita, en Ituango, cantaban 
orgullosos el himno de Colombia. Tampoco cuando a los 
diez años y medio dejó de estudiar y se fue para la finca a 
ayudarle a Saúl, su papá, a coger café.
Delcy Yanet Estrada Figueroa empezó a cantar de verdad 
a los catorce años, cuando su profesora de estética, Alba 
Ligia Jaramillo, la obligó a entonar una canción con la 
amenaza de que si no lo hacía tendría un uno en la materia. 
La jovencita, segunda en la familia de cinco hermanos, se 
armó de valor y con los cachetes colorados salió al frente 
de un salón repleto de adolescentes. Tenía las manos atrás, 
empapadas de sudor, y la cabeza abajo. Así empezó a corear 
Fotografía: Natalia Botero / Perfil: Gustavo Gallo Machado
Alma, corazón y vida, melodía que se había aprendido de la 
serie de televisión del mismo nombre y que veía en la casa 
de una vecina porque en la suya no había televisor.
Asombrada, la profesora corrió con la niña para la sala 
de profesores. Cante, fue lo que le dijo y le repitió en los 
corredores, en la rectoría, en la cafetería y en la coordinación 
académica. “Hay que apoyarla”, le dijo a María Muriel, otra 
docente del colegio que también vio en ella a una gran 
artista.
De eso ya han pasado veinte años, y por la vida de Delcy 
Yanet han desfilado muchos ángeles protectores quienes al 
escucharla quedaron tan hechizados y enamorados de su 
voz que decidieron respaldar su carrera de cantante. Desde 
Guillermo, el comandante guerrillero de las Farc que en 
Santa Rita le regaló dos casetes con canciones de Mercedes 
Sosa y Violeta Parra para que se las aprendiera, hasta los 
profesores de la Universidad de Antioquia y de la Fundación 
Prolírica de Antioquia, Detlef Scholz, Carlos Rendón, Gustavo 
Yepes y Elisa Brex. 
En este listado hay varios nombres, muchos, que se quedan 
por fuera. De Ituango y de Medellín, de Bogotá y de La 
Habana. De todos ellos Delcy aprendió y tomó lo mejor 
para ser lo que es hoy: una cantante que adora la música 
colombiana y la lírica, y que gracias a su recio carácter, 
mezcla de ternura y templanza, se mantiene vigente.
Participó cinco veces en el festival “Antioquia le canta a 
Colombia”, en el Nacional del Bambuco y en el “Mono 
Núñez”, y en todos ellos se llevó los honores y los aplausos. 
Su vida ha sido un torbellino de emociones. Todavía está 
fresco el día en que se presentó a la Universidad de Antioquia 
a la carrera de Música, porque quería que le enseñaran 
más. Teresita Gómez, integrante del jurado de admisión, le 
preguntó: “¿Qué va a cantar?”. “Amo”, contestó. Después 
de unos minutos de sonata, le dieron la bienvenida al Alma 
Máter.
La música la ha llevado a muchos auditorios del mundo: La 
Habana —donde estudió seis meses—, Estados Unidos, 
México, Argentina y Venezuela. Y no quiere parar. Por eso, 
en la madurez de su carrera, sabe que puede dar más. A 
las tres producciones musicales quiere añadirles otras. 
A los conciertos de ópera y de música colombiana quiere 
agregarles más.
Así es Delcy Yanet, una mujer que disfruta los fines de 
semana en compañía de sus padres, Saúl y Leticia, o de 
una mañana tranquila con Omar, el hombre que la volvió 
a enamorar. Esa que se emociona cuando escucha las 
canciones de Pasión Vega y de Anna Netrebko. No se queda 
quieta y se sueña como una cantante que quiere aprender y 
enseñar. Seguro que lo logrará porque sabe hacerlo.

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